Mother, mother by Koren Zailckas

Mother, mother by Koren Zailckas

autor:Koren Zailckas [Zailckas, Koren]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2013-09-17T00:00:00+00:00


Violet Hurst

Corinna contestó el teléfono, había convertido las maltratadas cabinas telefónicas en su habitación adicional. Se pasaba horas hablando con el chico de cuero, a pesar de las repetidas advertencias de la enfermera de guardia («Corinna, querida, deberías cobrar por hora»).

—¡Violet! —llamó con el teléfono en la mano—. ¡Es Papá Pitufo!

A Violet se le revolvió el estómago de camino a la cabina. No soportaba la idea de repetir la conversación que habían tenido en el horario de visitas.

—¿Sí?

—¿Violet?

—Sí, ¿qué pasa papá?

—Quería… —le dio un trago a algo, ojalá que a nada cuya potencia se midiera con grados—. Necesito que me cuentes sobre la investigación del CPI.

—Te puedo dar el teléfono de Nick Flores. Por lo demás, ya te dije todo lo que sé.

—Pues no me has dicho gran cosa.

—¡No sé nada! ¡Habla con mi mamá! Te lo ruego. Mierda, pregúntale a Will. No puedo ser tu mensajera —intentó calmarse respirando profundo como lo había aprendido de sus DVD de meditación—. Estoy encerrada en un psiquiátrico papá, no puedo ir a ningún lado. A menos de que me vayas a ayudar a salir de una vez por todas.

Se produjo un silencio.

—¿Papá? ¿Me vas a sacar de aquí o no?

—Lo estoy intentando, pero no sé cómo esperas que te ayude si me ocultas información.

—¡Es mamá quien está ocultando información! Necesitas enfrentarla.

—Tú y yo somos muy diferentes, Violet. No entiendo en qué ayude alborotar las aguas.

—No estoy alborotando nada. Se llama comunicación. Puedes hacer preguntas. La gente lo hace siempre, no vive con miedo de la reacción de los demás. No se estresa irracionalmente por la posibilidad de meterse en problemas.

Al fumarse el primer cigarro del día, le preocupó haber sido demasiado dura con su papá. En todo caso, le frustraban demasiado sus fracasos constantes como para pensar en el dilema. Lo poco que habían hablado desde su ingreso, había girado en torno a Rose o a él; cuando se trataba de él, sólo hablaba del éxito o fracaso de su sobriedad.

¿Cuándo le iba a preguntar cómo se sentía al estar en un lugar que utilizaba camisas de fuerza? ¿De convivir con pacientes que se masturbaban en público o que «hablaban» sin sentido, fluidamente? ¿Cuándo se iba a disculpar por haber manejado ebrio para llevarla al hospital? ¿O preguntarle qué recordaba sobre el viernes en la noche? La habían desahuciado de su propia vida, y por miserable que ésta haya sido, a pesar de que estaba dispuesta a mandarla al carajo, era una mierda. La vida en el hospital no era vida. Era como estar en un aeropuerto, en un espacio deshumanizante, transitorio, en el que la mayoría de vuelos se retrasaban y la mayoría trataba mejor a su equipaje que a las personas con las que convivía.

Violet escuchaba el canto matutino de las aves y se preguntaba por qué el hospital no consideraba el tabaquismo una conducta suicida. Escuchó el sonido del encendedor de Edie.

—Buenos días, alegría.

—¿Violet?, ¿eres tú, verdad? —tenía los sus ojos muy vidriosos y las marcas de la almohada en la mejilla le daban a su piel una textura similar a la de carne ablandada.



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